miércoles, 2 de mayo de 2012

Paz en los ojos del Rey



Quizá uno de los tesoros más buscados en estos días es la paz. No, no hablo de la paz del mundo, no hablo de la paz de mi país, ni siquiera la paz de mi ciudad. Hablo de mi paz, de tu paz, de la paz de cada hombre y mujer que nos rodea, que camina a nuestro lado cada día, lo conozcamos o no.
Todos necesitamos paz, nadie puede disfrutar de la vida sin ella. Si, pueden ocurrirnos cosas buenas, podemos tener períodos de felicidad, pero si el telón de fondo no es la paz, si el cimiento de nuestra vida no está construido con la verdadera paz, no alcanzaremos a vivir nuestros días con la intensidad que quisiéramos, porque nuestro espíritu, nuestro interior siempre estará agitado por los problemas, las dudas, las incertidumbres, los celos, los miedos, y la lista sigue y sigue.
Como cada vez que me siento a preparar un tema, ahora, cuando intento redactar estas líneas, me doy cuenta de que me enfrento a mi propia realidad. Si, la verdad es que si, hay ocasiones en las que, pese a saber quien me puede dar la verdadera paz, pese a tener al alcance de mi mano ese tesoro tan preciado, incluso pese a disfrutar muchas pero muchas veces de esa paz, también muchas pero muchas otras veces la he perdido, la he dejado ir.
Que mal no? Que terrible error! Si, la verdad es que hay situaciones que me han robado la paz, han logrado sacarme de mi eje, han conseguido desviar mi mirada. Y ese es el secreto de la paz: donde tengo puesta mi mirada? Donde tenés puesta tu mirada?
Yo tengo puesta mi mirada en Jesús. La Biblia me enseña que Él es el Príncipe de Paz, y Él mismo en persona nos dice: mi paz les dejo, mi paz les doy, pero no como el mundo que los rodea se los da, yo les doy la verdadera paz. Él nos da una paz que no es efímera, que no depende de lo que tenemos o dejamos de tener, una paz que no hecha sus anclas en los bienes materiales, en las emociones o en los sentimientos, sino que hecha sus raíces en el autor de la paz, en EL PRÍNCIPE DE PAZ, en JESÚS! Y en tanto mi mirada permanezca en Él nada ni nadie me la podrá robar.
Pero claro, les decía que al escribir este pos me encuentro enfrentándome con mi propia realidad no? Y es verdad. Si, yo tengo mi mirada puesta en Jesús. Solo que hay ocasiones en las que me pasa lo que a Pedro: aparto mi mirada de los ojos de Jesús.
Recuerdan esa historia? Pedro y los apóstoles hiban en la barca, plena noche, gran tormenta, la barca se hundía. Viento, lluvia, olas grandes, mar embravecido. Y de repente, en medio de ese gran caos Pedro lo ve. Ve a Jesús, al Príncipe de Paz!
Pedro. -Señor, Maestro, si de verdad sos vos, entonces dejame ir a tu encuentro caminando sobre las aguas, caminando en medio de esta tormenta!
Jesús. -Si Pedro, si amigo mío, soy yo! Y es entonces cuando, extendiendo sus brazos hace la famosa invitación. -Ven Pedro, ven a mi encuentro!
Y milagrosamente este pescador se encuentra haciendo lo imposible: caminando sobre las aguas, en medio de la tormenta y yendo al encuentro de su Maestro.
Se imaginan que momento? Pedro con su mirada puesta en los ojos de Jesús, en los ojos de su maestro, en esos ojos que le daban confianza, seguridad, esperanza, paz, mientras que a su alrededor solo había turbulencia, tormenta, tempestad.
Y entonces pasó. Pedro apartó su mirada de los ojos del Rey de Reyes, de Jesús, y la paz que le permitía caminar en medio de la tormenta desapareció. Resultado, Pedro comenzó a hundirse, y de no haber sido porque Jesús estaba cerca y dispuesto a sostenerlo con su fuerte mano, el Apóstol y uno de los Padres de la Iglesia se hubiese hundido en medio de la desesperación.
No se ven identificados con Pedro? Yo si. Honestamente yo si que me veo identificada con él.
Más de una vez Jesús me invitó a caminar sobre mis problemas. En más de una ocasión Él me animó a que pusiera mi mirada en Él y no en la turbulencia que me rodeaba, y que así, con la paz que solo su mirada me podía dar avanzara hacia Él. Y lamentablemente para mi, más de una vez cometí la torpeza de dejar de mirarlo a Él y mirar el problema sobre el cual estaba caminando. Entonces perdí la paz, me llené de miedo, de preocupasión,comencé a pensar que no se podría encontrar una solución. , y que estaba creyendo o haciendo algo que según mi lógica era imposible.
Si, Jesús estaba esperándome con sus brazos abiertos. Si, Él me estaba animando y ofreciendo la solución a mis dificultades. Pero yo, tontamente, desvié mi mirada de los ojos del Rey, comencé a mirar mis problemas, mi realidad, perdí la paz y me hundí en medio de la desesperación de mis preocupaciones.
Pero al igual que le ocurrió a Pedro, Jesús estaba cerca y dispuesto a ayudarme. Me levantó, una vez más me puso en pié sobre mi propia turbulencia, me devolvió la paz y me llevó a un lugar seguro.
Hoy,finalmente puedo decirte que el fin de todo discurso es este: animate, poné tu mirada en los ojos del Rey de Reyes, en los ojos de Jesús, y vas a ver y encontrar en ellos paz, la paz que hoy estás necesitando. Vamos, Él te invita, te espera, sus brazos siguen extendidos dispuestos a recibirte.


3 comentarios:

A las 2 de mayo de 2012, 14:58 , Blogger MiriamL ha dicho...

Tener paz no significa que ya no tendremos dificultades, tener paz significa que enfrentaremos esas dificultades con la plena confianza de que Dios está con nosotros.

 
A las 25 de febrero de 2013, 21:14 , Blogger Unknown ha dicho...

Una vez mas, has tocado una fibra sensible de mi corazón. Tú eres una de las que sabe cuántas veces he apartado mi mirada de los ojos de Jesús, porque me distraigo, me preocupan las olas, me dan miedo las tempestades. Pero cada una de esas veces, Él ha venido a rescatarme haciendome sentir qu siempre está ahí.
Gracias por recordarmelo con tus palabras.

 
A las 12 de marzo de 2013, 13:13 , Blogger A. P. ha dicho...

Tere, verdad que tenemos un Señor maravilloso que no solo que nos entiende sino que está atento para evitar que nos ahoguemos en el mar de los problemas por distraernos y mirar hacia otro lado? Por eso amo a Jesús, porque me entiende, me cuida, me perdona, me toma de la mano, me pone en pie, me deja en claro que me da una nueva oportunidad, y claro, después me corrige, porque la corrección también es una muestra de su amor. Dios te bendice amiga!

 

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