jueves, 7 de febrero de 2013

Todos invitados!

Comparte conmigo una historia? Había un Rey que había organizado una fiesta de bodas para su hijo, y claro, como en toda fiesta de bodas había invitados. Bueno, este Rey mandó a sus siervos a buscar a los invitados, y estos, no quisieron ir. Pero el Rey, tenía tantas ganas de compartir esta fiesta con ellos, que reiteró la invitación, y mandó nuevamente a sus siervos, y esta vez no solo los invitaban, ahora tenían que contarles con detalle todo lo que el Rey había preparado para esa fiesta. Pero parece que no fue lo suficientemente atractivo, porque los invitados tampoco quisieron ir. Cuenta la historia que dijeron que no, y así cada uno fue a ocuparse de sus cosas, de sus negocios, sus casas, sus familias, sus problemas, en fin, de sus prioridades. Pero acá no termina la historia, porque estos invitados no se conformaron con rechazar la invitación, sino que por alguna razón que no se nos dice, atacaron y hasta mataron a quienes eran portadores de esta invitación.
Este Rey, que había demostrado por demás su cariño por su pueblo y el deseo de compartir con él el banquete, al enterarse de esta situación se enojó. De modo que se ocupó de que todo aquel que hubiese atacado y matado a sus siervos tuviese el castigo que merecía.
Pero la boda ya estaba preparada, su banquete de celebración ya estaba listo, había una fiesta, y el Rey no renunciaría a ella. Entonces les dijo a sus siervos que el festejo se haría igual, que evidentemente quienes habían sido invitados no eran dignos de asistir, y lo habían demostrado rechazando esa invitación y matando a los suyos; asique los mandó nuevamente a invitar gente, pero esta vez les mandó que fuesen a recorrer la periferia de su reino, los envió a las salidas de los caminos, y que allí invitasen a cuantos encontraran. Y así fue que el Rey pudo realizar sus bodas, porque cuenta la historia que sus siervos fueron, y juntaron y llevaron a todos cuantos aceptaron ir. Claro, no solo asistieron personas buenas, hubo de todo, pero ese es tema para otro momento, porque lo que hoy me importa es destacar que la fiesta se hizo, que finalmente hubo quienes disfrutaron de la hospitalidad y generosidad del Rey, quienes compartieron su alegría, quienes disfrutaron de su posición de súbditos.
Seguramente que usted ya reconoce esta historia no? Sí, es la parábola de la fiesta de bodas que encontramos en Mateo 22:1-10. Repito, la parábola sigue, pero hoy quiero centrarme en la enseñanza que nos dejan estos primeros diez versículos.
Resulta que nosotros, hijos de Dios, somos además súbditos de su Reino. Tenemos el gran privilegio de tener un Rey que lejos de ser despótico, cruel, egoísta y malvado es misericordioso, generoso, piensa en nosotros, desea con todas sus fuerzas compartir todos los beneficios de su Reino, y hacernos partícipes de todo lo bueno que tiene para darnos. Se muere de ganas de pasar tiempo con nosotros, vernos felices, satisfechos y colmados de bendiciones. Asique cada día de reunión en nuestra iglesia, cada día de célula, cada domingo, se ocupa personalmente de prepararnos el mejor de los banquetes, la mejor de las celebraciones, y nos espera con gran entusiasmo, porque nos ama.
Resulta que cada semana, el Espíritu Santo, nuestro Pastor, nuestros líderes, nuestros hermanos, nuestros amigos, salen a recorrer las calles invitando a todos a participar de esta fiesta que fue cuidadosamente y con todo amor preparado para nosotros. Y resulta que cuando finalmente llega el momento de ir, aparecen a flor de piel nuestras excusas…
No, no puedo, hace mucho calor, me merezco un descanso.
No, no puedo, hoy tengo gente en casa.
No, no puedo, estoy enfermo, me duele la nariz, mejor me recupero para poder ir la próxima.
No, no puedo, mis amigos me invitaron a salir, no sea que digan que soy un fanático.
No, no puedo, es día de semana y trabajo hasta tarde.
No, no puedo… no, no puedo… y así hasta el infinito! Excusas, excusas, peros y más peros. Una y otra vez rechazamos la invitación que nuestro Rey y Padre Celestial nos hace todos los días a la fiesta que nos prepara con todo amor; una y otra vez lo rechazamos, lo desilusionamos, una y otra vez lo entristecemos con nuestra indiferencia no solo hacia Él, sino también hacia sus siervos. Por qué? Porque estamos seguros de que nos volverá a invitar, y algún día, cuando tengamos ganas finalmente nos decidiremos a ir.
Pero cuidado, déjeme decirle que Dios no va a dejar a su Hijo Jesús y a su Iglesia sin fiesta, Él no va a desperdiciar su banquete solo porque usted y yo hemos resuelto que tenemos algo más importante que hacer! No, de ninguna manera. Si nosotros no estamos interesados en su fiesta, pues bien, sepamos que Él ya ha mandado a sus siervos a seguir buscando invitados para su celebración. Y el día menos pensado, vamos a llegar a la iglesia en busca de nuestro lugar en el banquete y nos vamos a encontrar con que ya está ocupado. Alguien, la persona que menos esperábamos va a estar disfrutando de la plenitud de las bendiciones de Dios y nosotros, bueno, nosotros vamos a estar mendigando de esas migajas.
Puede que ese día nos preguntemos, pero cómo? Si ese ni venía a la iglesia hace unos meses! Como puede ser que ahora Dios lo esté bendiciendo de esta forma!
No puede ser! Yo lo conozco bien… tenía todos los vicios juntos, era el más grande pecador que nunca conocí, y ahora miren… miren como lo está usando Dios! Y yo que soy santo? Porqué a mí no?
Y entonces, ese día, el Rey se nos acercará y nos dirá con amor, misericordia y hasta diría yo con un deje de tristeza en su voz…
Hijo, recordás? Yo te invité tantas pero tantas veces a mi fiesta… Tantas veces te pedí que te acercaras… tantas veces te esperé con mi corazón lleno de ilusión y expectativa por compartir un Domingo con vos…Pero nunca llegaste, siempre hubo algo más importante que hacer, siempre hubo un lugar mejor en el que estar, siempre hubo alguien más importante que yo. Pero él, ese al que despreciabas, ese atendió a mi invitación, lo dejó todo y vino a compartir mi festejo, vino a disfrutar de mis bendiciones. Ese me amó, me puso por sobre todas sus cosas, y ahora está disfrutando de su nuevo lugar en mi Reino.
No sé cuál sea la excusa, válida o no, que hoy lo esté separando de Dios. No tengo modo de saber cuál es el motivo que día tras día lo hace elegir mal sus prioridades y posponer su cita con Cristo. Pero sí sé que cada día que usted rechaza la invitación a el banquete de bodas que Dios ha preparado, cada día que cambia el reunirse con sus hermanos por sus propias cuestiones personales, está entristeciendo el corazón de su Rey, está perdiendo oportunidades, está perdiendo bendiciones, está retrocediendo, se está alejando más y más de aquel que lo amó tanto que entregó a su único Hijo, Jesús, para que muriera y le diera la oportunidad de disfrutar de una nueva vida.
De verdad quiere esto para usted? De verdad va a perder tan fácilmente aquello que tanto le costó a Dios conseguir para su vida? De verdad está dispuesto a dejar en el camino todas las bendiciones y los beneficios de ser Hijo de Dios? De verdad no le importa entristecer el corazón de su Rey con su caprichosa indiferencia? De verdad va a seguir rechazando la invitación al Banquete que Dios ha preparado para aquellos que son súbditos de su Reino?
Sinceramente espero que no. Espero que a partir de hoy esté atento a la invitación que Dios le hace todos los días.
Recuerde, cada Domingo, cada día de reunión en su iglesia, cada día de célula es para su Rey una oportunidad para celebrar un gran banquete en honor de Jesús y su Iglesia. Usted es parte de esa Iglesia, usted es uno de sus invitados más importantes, Él lo espera, ha preparado un lugar especial para usted en la mesa, sueña con el momento en que lo vea entrar y pueda acompañarlo hasta su sitio, sueña con verlo disfrutar del banquete y verlo saciado de todas las bendiciones que ha dispuesto para usted. No se pierda esta oportunidad, porque recuerde, si usted no va, Dios saldrá a buscar a alguien más, y lo encontrará, créame que lo encontrará. Y cuando lo haga, lo llevará al banquete. Y cuando usted finalmente se decida a dejar de lado sus cosas e ir, se encontrará con que el lugar que era para usted está ocupado, y las bendiciones que también eran para usted, ahora son de otro.
No deseche la invitación del Rey a su banquete, no siga desperdiciando las oportunidades que otros después aprovecharán; No siga entristeciendo el corazón de su Padre Celestial. Escuche, porque Él lo está invitando una vez más a su banquete. Que hará esta vez?